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La aparición en la escena europea de los vikingos sucede con el saqueo del monasterio de Lindisfarne en el 793 d.C. en el norte de Gran Bretaña. Poco a poco fueron destruyendo otros monasterios. Los siglos siguientes están repletos de relatos aterradores: su forma violenta de actuar acababa con las esperanzas de las antiguas comunidades, que, aunque estaban acostumbradas a la guerra, no tenían forma de prever cuándo habría una incursión.

     Durante muchos siglos, los vikingos y sus descendientes tuvieron gran influencia en la historia europea. En las islas británicas gobernaron durante muchos años hasta ser finalmente derrotados por los normandos, descendientes de vikingos que habían recibido tierras en Normandía (Francia).

     En Italia, fundaron el reino normando de Sicilia e incluso llegaron a influir en el Califato de Córdoba y en el Imperio Bizantino. A través de los ríos del norte intervinieron repetidas veces en el mar Báltico y en

Rusia, cuyos primeros estados (la Rus de Kiev) aparecen vinculados a aventureros vikingos.

     Se suele datar el final del periodo vikingo con la caída del rey Harald el Despiadado, que murió en la Batalla del puente Stamford en el año 1066 cuando intentaba tomar posesión del territorio de Inglaterra.

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